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Nada menos que 850 kilómetros de costa tiene Portugal, todos ellos bañados por el Atlántico y con un atractivo creciente para el turismo europeo y en particular -y por su cercanía- para el español. Arenales interminables y calas resguardadas se combinan en una oferta turística nada desdeñable que, sin embargo, sigue teniendo algunos puntos por descubrir y poco masificados, alejados del clásico Algarve.
Mi madre, que tiene 82 años, viaja poco por su estado de salud. Pero este verano, por su cumpleaños, he decidido obsequiarla con una escapada a un pueblo costero de Portugal, poco masificado, pero que es perfecto para unos días de descanso y playa; unas jornadas de confidencias entre madre e hija en un entorno idílico.
Se trata de Peniche, a 100 km al norte de Lisboa (más o menos 1 hora y 20 minutos en coche), una localidad con una fuerte conexión pesquera que se aprecia desde que se pone el pie en sus estrechas y cuidadas calles. Porque, antes de bajármela a la playa, lo primero que voy a hacer con mi madre es visitar su centro histórico.
El monumento más importante es el Fuerte de Peniche, que se construyó entre los siglo XVI y XVII para proteger la costa, combinado con el fuerte de la playa de Consolação y el fuerte de la isla de Berlengas. Hoy es el museo municipal de la localidad, pero en el pasado reciente jugó un importante papel en la historia de Portugal al ser prisión en la dictadura salazarista (1933-1974); allí fueron encarceladas importantes figuras opositoras al régimen.
Ese centro histórico, además de encantador y ecléctico, cuenta con otros puntos de interés. Por ejemplo, la iglesia de San Pedro, con elementos de estilo barroco, el templo de la Misericordia y el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios. Y quizás nos podamos llevar, en nuestro paseo, un recuerdo de la artesanía típica, el encaje de bolillos, que las mujeres perfeccionaron mientras los hombres se encontraban en el mar.
Peniche: playas agrestes y familiares
Pero nuestros días de descanso también tendrán tiempo de playa. Las más amplias y familiares son las de Consolação -donde también hay gran actividad pesquera- y de Baleal, pero los paisajes más espectaculares están en la costa oeste, donde se acercan los surfistas. Playas como las de Medão Grande o la de Lagido tienen unas olas increíbles y unos paisajes agrestes que causan impresión.
Una excursión imprescindible es la travesía en barco hasta la isla de Berlengas, ubicadas a 10 km de la costa y a la que se llega en apenas 40 minutos. Reserva una mañana (el último ferry sale a las 14 h) para descubrir sus aguas transparentes -es Reserva de la Biosfera de la UNESCO- y la fortaleza de San Joao Baptista. También quedan cerca de Peniche el pueblo medieval de Óbidos, con su precioso castillo, y Caldas da Rainha, una localidad conocida por sus cerámicas y termas.
Por último (pero no menos importante), la gastronomía, en la que manda el mar. Invitaré a mi madre a probar la caldeirada (guiso de pescado), el arroz de marisco, las sardinas a la brasa, la langosta o el pulpo, y le animaré para dejar sitio para los postres: dulces de almendra o bizcochos. Ya se me hace la boca agua.