¿Me intimida esta mujer? No lo sé. Me lo tendría que hacer ver. A finales de octubre tengo cita con mi psiquiatra (el día 30, a las 9h de la mañana) y se lo comentaré. Es la cuarta ocasión en la que me enfrento a Najwa Nimri (Pamplona, 1972) con una grabadora por testigo. ¿Seré yo? Esos oscuros cristales tras los que parapeta sus ojos no ayudan, desde luego, a cierta conexión de miradas. La montura de las gafas de sol es verde, como la ancha sudadera que viste. Los pantalones son holgados. Vestimenta urbana de ecos hip hop. Un aspecto que contrasta de forma atrevida con el sillón de piel Chester. La rapera que se cuela en un club privado inglés.

La última vez que charlamos fue, ni me acuerdo, hace un puñado de años, en una taberna cercana a la madrileña Plaza Mayor. Si la memoria no me falla, sucedió por el lanzamiento de su disco Donde rugen los volcanes, en 2012. Es posible. Entre los álbumes que moldeó junto a Carlos Jean en el proyecto Najwajean y los que luego tejió en solitario, suman unos 15. Estuvimos dale que te dale durante dos horas. De ritmos y melodías sí le gusta hablar. Es el ecosistema que ablanda el corazón de esta pamplonesa de 52 años. «Estoy haciendo música también, pero siempre me pasa lo mismo. No puedo acabar de centrarme en ella... He escrito cuatro temas que ahora estoy cerrando, y ando permanentemente moviéndome en ese mundo y con músicos. Es mi entorno más cercano. No estoy vinculada a los alrededores del cine, de hecho es algo lejano, pero al final los discos tienen que esperar, aunque siempre estoy componiendo».

"Vivimos en un mundo absolutamente disperso. Fijar la atención en un libro, una charla, viendo una película, que algo capte tu interés de forma sostenida, hace que parezca que el día ha merecido la pena"

Ahora caigo. Sí, fue junto a Carlos Jean. Eso. Y otra vez por alguna de las películas que ha protagonizado, intervenido, etcétera. Salto al vacío, Abre los ojos, Los amantes del Círculo Polar, Antes que anochezca, Lucía y el sexo, El método, Todo lo que tú quieras, Habitación en Roma, 10.000 noches en ninguna parte, bla, bla, bla. En los últimos tiempos se ha dejado ver más a menudo en series, la invasión de las plataformas: Respira, Berlín, 30 monedas, Sagrada familia o La casa de papel. Hecho. Con ustedes, Najwa Nimri. Queda presentada.

najwa nimri elle
Andrés García Luján
Chaqueta cruzada con falda a juego abierta por delante y falda de seda estilo lencero asomando, salones y gorro con visera y plumas, todo de Prada.

A ella le gustaría que fuera así. Levantarse, dar unas caladas al cigarro que mueve entre sus dedos e irse. «La falta de paciencia es mi mayor defecto... Todo lo que rodea lo social me llega a ahogar, pero el cine particularmente no, porque se sobreentiende que puede ser asfixiante». Quizás algo de eso brotó durante el rodaje de La virgen roja, film que es, y de esto sí me acuerdo, el motivo que nos ha traído a estas páginas. «Estaban esperando a que dijera si hacía el papel, si me lanzaba a interpretarlo. No pasé casting ni nada, me lo ofrecieron directamente y me lo pensé un poco, porque sabía lo que suponía meterse en la piel de esa oscuridad, sabía que varios meses de mi vida iban a ser un infierno». Dirigida por la zaragozana Paula Ortiz –en su haber la deslumbrante La novia (qué fuerza visual)–, Najwa se transforma en la siniestra Aurora Rodríguez Carballeira, personaje real, gallega, madre de Hildegart Rodríguez, ¿feminista?, ¿manipuladora?, ¿reformadora?, asesina y habitante del psiquiátrico de Ciempozuelos, que deambuló por la historia negra de España de 1879 a 1955. No es spoiler, es la vida. «Lo que hice fue estudiarla históricamente. Intentas entender muy profundamente al personaje para no juzgarlo. O sea, toda la investigación previa en realidad no es para hacerte mejor actor o ir con más seguridad. Depende... A veces es porque quieres analizar al director, otras, para entender cosas que no comprendes, y en este caso necesitaba conocer mucho de ella (de Aurora Rodríguez), geográficamente, históricamente, ubicarla del todo, saber que estábamos haciendo un ejercicio que no tenía que ver con una realidad física y, desde ahí, desde el entendimiento profundo, realizar la tarea de no enjuiciar. No juzgar, aunque haga cosas moralmente imperdonables».

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Andrés García Luján
Chaqueta cruzada y gorro con visera y plumas, todo de Prada.

Hildegart es la hija de Aurora, rol en manos de la joven actriz madrileña Alba Planas. La tensión entre ellas, como el mercurio de un termómetro, sube y sube y sube al galope de las escenas. La dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República Española, el socialismo, la eugenesia, los derechos de la mujer, Marx, Freud, Nietzsche, no nos hacen falta los hombres, una niña prodigio, besos, pasión amorosa, balas. «Yo me quitaba del radar de Alba, no me mezclé con ella en el rodaje directamente. Es algo que hablé al principio. Yo me cuido muy mucho de no interferir y no mover, me hago cargo de lo que yo produzco, de mi propio power. No de cómo se sienten los demás cuando entro en el set, no es mi business... No notaba el rechazo de Alba por el personaje. Sé que es una actriz mucho más joven, entonces me acuerdo de mí misma, cómo inevitablemente acabas odiando a la persona que lo está interpretando, y resulta comprensible, sobre todo cuando tienes pocos años. Entonces me quitaba de en medio, estaba siempre escondida, en mi roulotte, me juntaba con ella justo para hacer las escenas. Es una cosa que hemos hablado después, porque no hay ninguna antipatía, no ha existido ningún roce, todo ha sido comprensión, ha ido fluido».

Es lógico sentir ojeriza y desprecio hacia Aurora... «Totalmente. Pero, bueno, son esas cosas que tiene el cumplir cierta edad y saber que si no juegas con algo de maestría, se pueden volver en tu contra y hacer un tridente de la muerte, donde parece que hay una animadversión que no existe. Es muy complicado y delicado un rodaje, sobre todo cuando tratas temas así, cualquier cosa puede ser malinterpretada. En la vida te puede pasar, pero en el set, no. Tienes ese día para grabar ese plano, y si cualquier cosa se interpone, no lo vas a rodar, por eso hay que saber mantenerse al margen».

najwa nimri elle
Andrés García Luján
Frac de lana y blusa de seda, ambos de Loewe, medias de Calzedonia y zapatos de Alex Rivière x Aquazzura.

¿Retomamos la música? En el vídeo de presentación del último trabajo de Residente (René), Las letras ya no importan (lanzado el pasado febrero), con más de un millón y medio de visualizaciones, Najwa ejerce de psicóloga (fantástica) y le suelta al músico que las letras sí importan... «Está cambiando el idioma, ya no son tan relevantes. Sí tiene peso el verbo, porque es acción, interpretación, es primordial. La fuente importa, el guion también, porque es la piedra angular, el esqueleto que articula la película. Pero la música es sonido. Muchas veces una persona realizando algo te conmueve más que alguien diciendo demasiadas cosas. Creo que las letras tienen un significado diferente, y descubrimos a estos traperos diciendo menos de forma más contundente. Una expresión que es un grito cuenta más de ti que toda una composición. ¿Importan? Yo creo que sí... o no. Si te das cuenta, todas las grandes canciones que conocemos no tienen tanta letra, apenas un estribillo. Si a la gente le importan, las letras importan. Si a la gente le dejan de importar, ya no importan. Estamos en un momento bisagra, de transición, se habla de otra manera, decimos random como si fuera una palabra que hubiéramos pronunciado toda la vida, y selfie, matrix y hashtag». También le dice al puertorriqueño en modo terapeuta que las influencers ya no existen: «Es un supuesto que él imagina, pero yo me adapto mucho más. No puedo evitar pensar que si el mundo demanda una cosa será por algo. Nunca me he creído, ni me creo, la más lista de la clase, no lo he sido. Pese a lo que pueda parecer, no es uno de mis defectos, no peco de eso». En el vídeo también le profiere al músico pautas de relajación, de meditación (cerrar los ojos, respirar, toda esa vaina...). «Yo no medito, hago música. La meditación, la respiración, el sonido, estar ahí, vaciar la cabeza, frenar la mente son prácticas que todos conocemos y que cada uno lleva y realiza de la manera que puede. Lo que no defiendo es lo que no soy: una superviviente de la new age que aboga por el ohmmm con el pelo al viento y sin sujetador... No, no me lo creo». ¿No te abrazas a los árboles? «Me puedo abrazar, pero no hago un lema de ello».

najwa nimri elle
Andrés García Luján
‘Blazer’ de espiguilla de Emporio Armani.

Quedan pocas líneas. Abundantes discos, una miríada de películas. Se crío en el País Vasco, descubrió el soul (esa Anita Baker), culebreó en algunas bandas, disfrutó del cine y luego se enamoró de la interpretación: «Es la búsqueda de los porqués. Acabo entendiendo conceptos que no comprendía, horribles muchas veces. Aprendo siempre. Se te hace el corazón más grande, puede lo empático... La música es otra vaina, con ella me abstraigo. No necesito que sea mi medio de vida, la haría de cualquier modo. Me enamora porque me olvido del mundo y porque la conexión con la gente no es verbal, no se lleva a cabo desde las palabras».

De repente, me viene a la cabeza el estribillo de Palabras más, palabras menos de Los Rodríguez. Me descentro. «Los rodajes son intensos, sí, pero lo que más me gusta es la concentración. Vivimos en un mundo absolutamente disperso. Fijar la atención en un libro, una charla, viendo una película, que algo capte tu interés de forma sostenida, hace que parezca que el día ha merecido la pena. No sé como explicarlo... Es muy sencillo, es simplemente estar concentrado. Por eso apenas he hecho teatro ni muchos directos, el vivo no es lo que más me satisface. Soy de cápsula, me gusta estar sola».

Surgen otros temas. Que si la IA, el placer de ir a una sala de cine, la felicidad («estar el máximo tiempo posible tranquila»), que «cómo voy a empatizar con Aurora si hace algo imperdonable... Es una pregunta un poco bestia, ¿no te parece?». Y prosigue: «Es un trabajo muy ingrato, muy cabrón en realidad. Lo pasas mal interpretando a estas tías. En ningún momento te sientes bien, te miras al espejo y no te gustas. Pero es mi trabajo y estoy orgullosa de él». Terminamos. Najwa Nimri se va. La marquesina del autobús marca 44º. Sudo. Hablaré del asunto con mi psiquiatra.

*Maquillaje y peluquería: Rebeca Trillo Figueroa (Another Artist).